Érase
una vez una niña llamada Elisa. Tenía diez años y era alta con
ojos verdes y pelo ondulado. Era inteligente, pero tenía un defecto:
era demasiado egoísta. No le prestaba nada a nadie, ni siquiera a
sus mejores amigos. Un día, su amiga Noelia le dijo que si le
prestaba un juego. Elisa, como siempre, mintió diciendo: “Lo
siento Noelia, pero es que no sé dónde está” Noelia sabía que
lo único que quería su amiga era no prestarle nada, así que se
puso a pensar qué podía hacer, aunque no se le ocurrió nada.
Al
día siguiente por la tarde, Elisa llamó a Noelia y le dijo:
“Noelia, ¿me puedes prestar el libro de lengua, por favor? Es que
se me olvidó y no puedo hacer la tarea sin él”. Noelia,
firmemente, respondió: “Lo siento Elisa, como tú nunca prestas
nada yo no te lo daré si no me prometes una cosa muy importante que
te diré ahora.” Elisa, nerviosa, respondió: “¿El qué?”
Noelia le dijo: “Prométeme que intentarás no ser tan egoísta, no
te lo puedes dejar todo para ti, tienes que compartir” Elisa se
dio cuenta de que su amiga tenía razón, no podía seguir siendo tan
mala. Al final Elisa cambió y Noelia estaba muy contenta de tenerla
como amiga. Una amiga que no es egoísta, a la que le puedes pedir
prestadas cosas, en la que puedes confiar.
Sadasu